Bibliotecaria vieja y fea

!Abajo con los tópicos! Imagen extraída del Blog Bibliotequera:2010

 

La Biblioteconomía, las bibliotecas y los profesionales de éstas, han sido siempre objeto de desagradables (y chismosos) TÓPICOS que, aunque no carentes de cierto gracejo, no dejan de ser, y esto lo sabemos quienes trabajamos en este mundo, rotundamente FALSOS.

Pues bien, éstos son, bajo el punto de vista absolutamente subjetivo de un servidor, los tópicos más habituales, «nocivos» y rotundamente falsos que pululan en torno a las bibliotecas y a la profesión de bibliotecario:

1.Todos los bibliotecarios son eruditos, personas que han leído mucho y con una enorme cultura general por definición. !Pues no! Es como decir que todos los médicos son personas muy sanas o que todos los psicólogos están muy cuerdos. Además, la Biblioteconomía no es literatura o cultura sólo, es muchas más cosas. Cada bibliotecario es un mundo y los hay que hacen muy bien su trabajo pero no son cultos en absoluto, y otros que sí. Topicazo falso.

 

 

2.Los bibliotecarios no tienen habilidades sociales y son personas solitarias encerradas en su torre de marfil (la biblioteca y su casa). !Qué gran mentira! Un bibliotecario es un gran amante de la cultura, la tecnología, la docencia, la información… y… !las personas! Una de nuestras principales labores es atender correctamente al usuario. El bibliotecario actual es una persona con avanzadas habilidades sociales y que disfruta del trato con los demás.

 

 

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!Los bibliotecarios no somos cascarrabias y tenemos don de gentes!

 

3.Los hogares de los bibliotecarios son mausoleos repletos de libros en los que éstos viven solos, o bien acompañados por un gato. Los profesionales de las bibliotecas son hombres y mujeres modernos, avanzados, que viven acorde con los nuevos tiempos y muy apasionados; los hay solteros, casados, con hijos, sin ellos… lo del bibliotecario solitario en su apartamento con un felino es casi cinematográfico y absolutamente alejado de la realidad.

 

4.Un bibliotecario es sólo la persona que está detrás del mostrador de una biblioteca prestando libros y ordenándolos en las estanterías. ¿Cómo? Todos los que trabajamos o hemos trabajado en bibliotecas o academicamente estamos vinculados al ámbito de la Biblioteconomía no podemos más que soltar una sonrisa resignada cuando alguien piensa en el típico bibliotecario que ordena y presta libros nada más. Es verdad que ésa es una tarea (entre otras muchas) de dos perfiles de la Biblioteconomía, el Auxiliar y el Técnico Auxiliar de Biblioteca. Pero tanto estas dos figuras como los escalafones superiores hacen un sin fin de tareas que son inimaginables para algunos, y además muchas de ellas muy cualificadas.

 

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Los bibliotecarios !no son antipáticos!

 

5.Para trabajar de bibliotecario no hay que estudiar, ya que el oficio es muy fácil, se trata de una especie de voluntariado. La eterna pregunta: «Perdona, ¿para ser bibliotecario hay que estudiar?» pues bien, os diré que hasta la llegada del Plan Bolonia existía la Diplomatura en Biblioteconomía y Documentación y la Licenciatura en Documentación y que, en la actualidad, aunque no sólo se enseña en él Biblioteconomía, tenemos el Grado en Información y Documentación. El bibliotecario es un profesional de la Información y la Documentación. Además, para los escalafones de Auxiliar y Técnico Auxiliar de Biblioteca hay que estudiar al menos un curso (véase esta academia), o un título de experto o un master. Hasta no hace mucho, también existió un ciclo formativo de Auxiliar de Biblioteca en Valencia y Canarias, que se eliminó posteriormente por razones que no vienen al caso.

 

6.Los bibliotecarios siempre están de mal humor. Pues quizás este tópico esté algo fundamentado en que en las bibliotecas -es verdad-, antes eran únicamente un lugar de estudio y lectura y, claro, se requería mucho silencio, y la imagen habitual era la de un bibliotecario continuamente mandando a callar. En la actualidad, el bibliotecario es un aliado, un «casi amigo» del usuario, una persona amable y diligente.

 

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Hay bibliotecarias de vocación temprana 🙂

 

7.Los bibliotecarios son personas poco agraciadas físicamente ¿Perdón? Esto se ha debido a que se relacionaba la profesión de bibliotecario como una forma de «esconderse» del mundo por lo feos que debíamos ser… «Claro, como soy feo, me meto a bibliotecario»… !La mayor mentira de este decálogo! La profesión de bibliotecario es un atractivo oficio, que desempeñan personas con una apariencia física de todo tipo. Guapos, feos, normales… como en cualquier otra.

 

 

8.Las bibliotecas son depósitos de libros para llevártelos prestados y poco más. Esto ha sido la proto-biblioteconomía. La biblioteca pública actual, la universitaria (CRAI), por poner dos ejemplos, han convertido a la biblioteca en un lugar con actividades, de asesoramiento y autoaprendizaje, donde la colección y el préstamo siguen siendo fundamentales, pero en absoluto la única función de la biblioteca… quien diga esto hace 20 años que no va a una biblioteca.

 

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!Adrenalina de bibliotecario!

 

9.Las bibliotecas sirven para estudiar en silencio y poco más. Pues no, aunque lo que es innegable es que la biblioteca como un lugar confortable y estupendo para estudiar en silencio y tranquilos sigue siendo uno de los grandes pilares de ésta, pero para eso ésta habilita unas salas de estudio especiales; en el resto del emplazamiento no hay que guardar silencio, aunque, por supuesto, debemos ser moderados y respetuosos en la forma de comportarnos y de hablar.

 

 

10.Ir a la biblioteca es para personas retraídas, con problemas, sin amigos. Pues aunque alguien (joven) no lo crea, hace años ésta era una creencia bastante generalizada. Si ibas a la biblioteca pública por puro placer, de manera voluntaria para disfrutar de tu tiempo y de tu ocio, eras considerado un tipo raro, un empollón, un marginado, solitario o un aburrido. La biblioteca, sin embargo, ofrece múltiples opciones de diversión sana y normal como la lectura, la música, películas, acceso a Internet, disfrute de actividades en directo, etc.

 

 

Artículo escrito por Enrique Navas Benito / Director de la Academia Auxiliar de Biblioteca

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