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Las bibliotecas públicas se encontraban hasta hace poco muy disminuidas para afrontar sus funciones y servicios educativos. El personal que trabajaba en ellas, especialmente en las municipales, que son la inmensa mayoría, era escaso. Los centros coordinadores de bibliotecas, muchos y débiles. Y sin personal no hay servicios, menos aún educativos, porque la propia biblioteca pública, como integrante de su sociedad, tiene el reflejo instantáneo de asimilar educación con escolar. Entonces, funciones o servicios educativos lo asocia con funciones y servicios para los escolares, los universitarios; no para los ciudadanos que ya no están en un sistema escolarizado (la gran mayoría)…
Pero la tendencia actual, marcada por el desarrollo, la globalización, la cultura colaborativa y las nuevas tecnologías entre otros nos ha traído a un cambio de registro. Efectivamente, hoy la biblioteca se enfrenta al reto fundamental de renunciar parcialmente a aquellas que habían sido sus señas de identidad durante los últimos cuatro siglos para descentrarse y abrirse a cuatro pujantes realidades contemporáneas:
- la de que la biblioteca es un ente presente y vivo en continuo movimiento, porque la biblioteca está hoy donde nosotros estemos, y la limitaríamos si intentáramos restringir su misión a la de la custodia y clasificación del patrimonio bibliográfico;
- la de que la biblioteca no puede ser ya solamente un lugar donde se atesore el artefacto del libro, sino que debe dar igualmente cabida a todas la fuentes, herramientas e instrumentos que permitan el acceso a los contenidos y la creación de nuevo conocimiento;
- la de que la biblioteca no es ya únicamente un espacio cerrado y volcado sobre sí mismo, que atiende exclusivamente el acto de la lectura silencioso y reflexivo, sino que forma parte de ese movimiento que antepone la práctica a la reflexión, y debe rediseñar en consecuencia sus espacios de encuentro y de trabajo, de creación de conocimiento compartido útil para la comunidad;
- la de que la biblioteca, finalmente, se reconoce más como laboratorio que como depósito de saber establecido, como lugar de encuentro en el que compartir incertidumbres y saberes provisionales, como lugar en el que se encarna la realidad de que aprender y trabajar en el siglo XXI son indisolubles e indiferenciables, como espacio público de aprendizaje a lo largo de la vida.
Texto extraído de los temarios de esta academia
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